martes, 21 de octubre de 2008

ACCIONES BÉLICAS

No me considero un héroe, para eso están otros a los que les gusta colgar medallas en sus remangados pantalones y que enseñan gemelos a modo de trofeos.

Ésta es una historia de grupo, que sólo entenderán unos pocos, pero que merece ser contada para no quedar tan sólo en la memoria de los que la vivieron, y no digo en la retina porque en esa situación poco importa el sentido visual.

Corría el año 1997, y en la campaña bélica nuestros generales no habían previsto bien ni el aprovisionamiento de las tropas ni el refresco de las mismas, creo que debido a la situación transitoria de poder existente en el estado. Tropas mal entrenadas y con pocos veteranos, eso sí, todos contentos de ir a la lucha ese jueves primaveral. Uniformados de negro y blanco como pocas veces, con el fajín de gala y los cascos que empezaban a ser de colores, excepto el de los veteranos anónimos que tan sólo lo lucían de blanco o negro.

La batalla empezó a fraguarse tácticamente a las 12:30 hora zulú. En la cantina y con el uniforme de paseo nos deseábamos suerte como es tradición para más tarde despedirnos de la familia y ponernos el traje de campaña. A las 16:30 horas nos fue entregada la misión, una pequeña porción de papel plastificada para evitar que con la sudoración del fragor de la lucha se deteriorase impidiendo la visión del objetivo marcado.

Y comenzaron las hostilidades, al principio, y como en todas las contiendas la tropa las acogió con alegría, bromeábamos bajo el fuego enemigo con los comentarios y acciones del Sr. Leroy Johnson, Cabo 1º de nuestro batallón. Entre risas avanzábamos bien hasta el objetivo.

Los problemas empezaron en la senda de la serpiente, donde el enemigo bombardeó ambos flancos de nuestra formación, y continuaron castigándonos por toda la explanada mesetaria de San Francisco, lugar en el que fuimos relevados en la avanzadilla de reconocimiento por tropas de refresco. Conociendo la potencia del enemigo nos echamos las manos a la cabeza al ver la inexperiencia de las tropas que nos relevaron, y la actitud soberbia de sus componentes. Que atrevida llega a ser la ignorancia. Me quité el casco y deseé suerte a uno de los pocos soldados de primer año que me caía bien, el soldado Morrillo. El avituallamiento duró poco, conscientes de que estaríamos en el frente en breve comimos y bebimos poco. Nuestra próxima incorporación a la batalla era en el vértice de la tundra canónica y hacía allí nos dirigimos, El Sr. Leroy, los Sargentos Sutherland y Clooney y como no, yo con ellos.

Al llegar al punto X el deterioro de las tropas era aterrador, bajas por inexperiencia causadas en el bosque columnario que debido a su planicie había sido plagado de minas.
Así debió de ser el panorama escuchado por los presentes cuando comenzaron a sufrir:

Allí se decidiría la contienda, en la ascensión al cerro del Cod, también conocido como Salty Fish. La única forma de subir era por una estrecha senda. Empezamos la ascensión a ritmo lento, aguantando el continuo bombardeo que sufríamos, a los pocos metros mi referencia delantera fue herida, el Sr. Leroy se encargó de mantener en esa línea al enemigo a raya, por detrás nos defendíamos como podíamos, conscientes de que un corte en la formación nos llevaría a la derrota, detrás mía, el Sargento Sutherland se hacía con el flanco derecho y en el izquierdo el Sargento Clooney y sus hombres hacían lo propio. Avanzábamos ahora de forma renovada, con vigor, incluso luciéndonos. Fue entonces cuando me percaté que a mi lado avanzaba el soldado Morrillo, lo vi temblar y reírse al mismo tiempo, 20 metros para llegar al objetivo, más temblaba, 10 metros seguía temblando pero avanzaba con nosotros. Nos arengábamos, nos dábamos ánimos, llegamos arriba, y ahora lo más difícil, conseguir hacer que el enemigo girase en torno a nuestro flanco izquierdo sin que se descompusiera el ataque, y Morrillo seguía temblando y riendo. No quise hablarle, supongo que la risa en momentos de nervios es una reacción incontrolable, hasta que al fin lo conseguimos, plantamos la bandera en la cima del cerro entre vítores y aplausos. Tras conquistar el cerro todos sabíamos que el resto de la jornada sería tan sólo avanzar hasta llegar al campamento, sin hostilidades supremas. Morrillo y yo nos abrazamos, como todos los que compartimos aquellos malos momentos, que ya hoy en el recuerdo son buenos. En ese momento no pude más que preguntarle la razón de su sonrisa mientras avanzábamos, y su respuesta fue algo parecido a esto:

http://es.youtube.com/watch?v=rAh9UxHkPnE&feature=related

Desde entonces siempre viene con nosotros y, aunque también tiene escaramuzas en las que no podemos ayudarnos cierto es que fue allí donde aprendió que determinadas cosas hay que tomarlas con calma, aceptando el sufrimiento sin desfallecer, ya que con el trabajo en equipo de personas que comparten esta filosofía de lucha es muy difícil perder una contienda.

Pd: A mi Amigo Nefer.

8 comentarios:

J.A.S. dijo...

Lo que Morrillo no sabe es que yo sin él tampoco podría haber subido.

Un beso.

Anónimo dijo...

Guapo muy guapo...

PD. En esa misma acción bélica hubo un mando delgado, con barba y gafas que llegado a casa y recién salido del fragor de la batalla y yo sin haberlo visto en mi vida se me acerco me abrazo y me dijo bien niño bien, mientras yo me intentaba reponer de aquella dura batalla...
Este mando años después se convertiría en mi tito...

Ciao

nefer dijo...

MORILLA, aunque J.A.S. como sabe que soy mu macho, escribe Morillo, para acentuar mi extrema masculinidad y atracción propias de un semidios.

En cuanto a la hazaña, miente como una bellaca, él sí podría haber subido sin mí. Soy yo, paranoico por excelencia, el que no lo habría conseguido. Tan sólo pude porque me sabía rodeado, muy bien rodeado.

Yo lo que viví fué algo así.

http://es.youtube.com/watch?v=Ymy8HrqA3xw


No podía simplemente entregarme antes del final, porque sabía que no me lo perdonaría, en cambio llegar "vivo" lo recordaría con una sonrisa, como lo estamos haciendo ahora. Mis temblores y espasmos se entienden viendo el vídeo. Mi risa tonta era tan sólo consecuencia del orgullo que estaba sintiendo en ese momento, orgullo que al final fue mayor. Fue mi iniciación, y los maestros que me iniciaron no podían ser mejores.

Pd.: Los símiles son espectaculares, me he partido el pecho rubia.

1BESO.

Kriegsmarine dijo...

Morrillo, si señor, jajajaja. pero que maricona estas hecho j.a.s.
Mu guapa vuestra guerra, y es que la verdad es que uno solo gana las batallas si se tiene fe en la victoria y sabiduria para llevarla a cabo, y la verdad es que en esa Cia donde militais hay de ambas cosas.

Anónimo dijo...

¿Alguien me puede explicar quien es el Sr Leroy?
Saludos.

J.A.S. dijo...

@Anónimo, el Sr Leroy es un mito, es de esa clase de personas que se hacen y rompen el molde, y que en ésta compañía echamos de menos, aunque participe con nosotros en otras batallas.

@Nefer, no subiste por orgullo, subistes por tus propios medios, espero que no se te olvide NUNCA.

@Perezoso, tu guerra, aunque sea la misma que la nuestra es caso aparte, tu misión en la batalla es mucho más dura y muchísimo menos apreciable que la nuestra, pero a la vez muchísimo más importante, y eso lo sabemos los grandes.

@kiegsmarine, a ti de guerras...pues como a Noé de barcos ¿no?

Un Abrazo a todos.

Anónimo dijo...

El Negriiiiiiiiiiiiiii!
Y yo que no caia
Un beso
fede.

Anónimo dijo...

tu lado romantico está durmiendo la siesta ultimamente? esperemos q cuando despierte rompa con impetu...